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El cartógrafo

No deberías haber cruzado la línea. Estaba bien claro: NO TRASPASAR. Pero tú eras el experto, el especialista. Llevabas algún tiempo dibujando el mapa donde fijar las coordenadas exactas para hacer lo que llamabas “una pequeña intervención” y curar mi patología, mis taquicardias, compensar mis anárquicos latidos, controlar la arritmia provocada por tanto desatino, tanto desvarío, tanto artificio.


- Hay pocos cartógrafos como yo, me dijiste.


Tomaste imágenes superpuestas y tridimensionales para asegurarte, para conocerlo al detalle en su actividad eléctrica. Tenías tu propio GPS para el viaje. Un experimentado viajero, un trotamundos como tú, acostumbrado a pernoctar allá donde fuera, con frío o calor, lluvia o sequía.

Al principio, te pudo la curiosidad y el juego; te resultaba una empresa tentadora. Con el tiempo querías tener el mando, hacerte con el poder, dominar el territorio. Y llegó el día en que, sin mi permiso, saltaste la valla. En un descuido, ¡zas!, franqueaste el muro, pese a que la zona estaba delimitada con un trazo rojo más grueso de lo común, de una intensidad especial. Pese a mis advertencias, lo hiciste.

Y así emprendiste el camino hacia las cuatro Regiones Cardinales de mi soberanía acorazada: Piedad, Pureza, Sumisión y Hogar. Querías que la auténtica yo, mi esencia, estuviera en el centro mismo de tus tierras, anexionada, y hacerte con ellas conquistándolas. Lo primero era viajar para descubrir y más adelante, conquistar para colonizar y hacerlas tuyas. Porque intuías que allí encontrarías tu felicidad y todo aquel país formaría parte de tu Imperio.

Pronto descubriste que aquello era más intrincado de lo que podías imaginar porque sólo habías reparado en el factor espacio, en la cartografía, mas olvidaste el factor tiempo. Y es que resultaba que los sistemas de logística y comunicaciones cruzaban de lado a lado aquellas tierras permitiendo que el transporte entre cavidades resultara inmediato, fugaz y más rápido que la velocidad de la luz. Incontrolable; en cuestión de segundos, te podías encontrar frente al abismo de la Tierra del Olvido, al borde del Desfiladero de la Solvencia o podías naufragar en el Mar de la Riqueza. Esto te solía ocurrir cuando decidías tomar atajos o huir de imaginarios peligros que te acechaban a la vuelta de cualquier esquina del barrio ventricular o auricular.

Así te topaste con las Planicies de la Susceptibilidad y la Región del Sentimentalismo. Y, ¡ay, amigo! allí, como frondosas tierras infinitas encontraste las indomables virtudes del Sentido Común, el Afecto Platónico, la Prudencia, la Esperanza y el Entusiasmo. Esas zonas son aledañas a las fronteras de la Coquetería y el Egoísmo, y, como pudiste comprobar, tienen una extensión enorme, altísima peligrosidad, gran carga volcánica y hasta para los aventureros resultan auténticos campos de minas.

También sé que tu incursión en la Ciudad y el Distrito del Amor fue altamente satisfactoria. Está en el centro y te costó llegar hasta allí porque es alarmantemente pequeña, mas la fuerza telúrica que almacena mantiene vivo todo el sistema e incluso es capaz de generar energía adicional para dar vida a otros seres; ¿no es extraordinario? No disimules: mereció la pena porque aprovechaste tu estancia para acumular las fuerzas necesarias y recuperar la vitalidad que te permitía continuar con la travesía.

Las Tierras del gusto por los Vestidos y la Exhibición, sé que son algo mesetarias y anodinas, pero tan necesarias como el agua pese a que te parezcan de una superficialidad vana y mundana. Piensa que tan importantes son las aguas subterráneas como las superficiales.

En el lado oeste se encuentra la Tierra del gusto por la Admiración, que cuenta con una Región llamada Vanidad y que colinda con la Tierra de la Coquetería, que antes he mencionado, y está unida a la Tierra Egoísmo, cuya capital es la ciudad del Capricho Inconstante, claramente separada por la pronunciada sierra de la Región de los Sentimientos. La Ciudad del Capricho Inconstante, dicho sea de paso, también tiene una superficie sospechosamente reducida, aunque resulta la más encantadora y seductora.

Y detrás de las cadenas montañosas de los Sentimientos, se encuentra el Valle de la Decepción, en la provincia del mismo nombre. Es el lugar más inhóspito y estremecedor de todos, donde parece que a veces hasta la propia sangre se hiela o coagula. En aquel lugar han perdido la vida algunos afectos y emociones y ya sólo reposan sus cadáveres bajo las marrones arenas movedizas, en otro tiempo cuenca fértil del río más caudaloso que existió en el país.

Imaginarás que sabiendo lo que sabes y habiendo poblado mis tierras, el riesgo de perforación y filtración es elevadísimo, pese a que yo desde un principio confiara en tu buen hacer, en tu palabra y en tu bondad. Cierto es que te fui dejando entrar, confiada, inocente y entregada; y eso, sólo es culpa mía. Pero, amigo, quisiste ir más allá, explorar cada rincón cardíaco, dar con ese camino sagrado que te conducía a un territorio virgen... pero sin retorno. Y esa ha sido la inesperada sorpresa: que ahora no puedes salir, pese a los numerosos intentos de fuga. Y empiezas a sentir miedo; esa enfermedad del miedo a lo desconocido; a no saber lo que te vas a encontrar ni dónde te has metido; a no volver a ser libre, uno, solo. Y de nada sirve que grites porque nadie te oye ni te escucha. Parece que irremediablemente te perderás en el silencio desértico de mis tierras. Porque estás en la Región más honda de mi corazón, más profunda que el centro de la tierra. Porque de tan profundo que has llegado, ya no habitas en el mundo de los mortales ni de sus oídos. Tu osadía ha hecho que te vuelvas inmortal sin saberlo…y lo que es peor, sin quererlo. Allanaste la morada de mi corazón. El mío. No hay castigo. No lo habrá. Sin embargo, todo tiene un precio y ese lo ha decidido la misma Tierra Santa que pisas desde hace un tiempo.

No es culpa tuya, querido cartógrafo. Pensabas que con el mapa sería suficiente y podrías volver. Todos lo piensan. Nadie regresa.

(*) Este mapa Abierto del Corazón de una Mujer fue elaborado de forma anónima “por una dama” y publicado por los hermanos Kellogg de Hartford, Connecticut en la década de 1830. Estos mapas del corazón, junto con muchos otros ejemplos de la litografía impresionante de Kellogg, se puede ver en la galería en línea de la Sociedad Histórica de Connecticut.

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