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Algunos hombres malos(*)

Dicen que la distancia es el olvido...y te lo dijeron para que te olvidaras de lo innombrable; por eso no lo has podido hacer, porque cuando te topas con algún hombre malo, no hay suficiente distancia ni tiempo para olvidar.

 


El recuerdo es el más traidor y embustero de todos los compañeros de viaje. Parece que te acompañe para anclar tus pies sobre la tierra, para que el viento no te zarandee despiadadamente, para darte referencias y que no te marees contemplando el horizonte a través del retrovisor. Sin embargo, al final, los aires difíciles, como algunos hombres malos, te desgarran impunemente. Y ese recuerdo malvado se convierte en pesadilla, en el poso del vino que bebiste por descuido, en el olor a humedad penetrante de una casa cerrada, en el azote imprevisto de un insulto sobre tu cara. Fue la violencia a través de lo que más amabas: las palabras. Tú más que nadie. La violencia que comienza del modo más sutil y no obstante, es la que más duele, la que más tiempo permanece, la que más moraduras deja, la que menos se comprende, la que más corrompe. Porque cómo ibas a imaginar que, ayer, esas mismas palabras fueron las de tu dicha y tu paz.

Sólo algunos hombres malos son expertos en arrojar frases como esputos y escupir al alma con palabras. Esas palabras, que eran tus aliadas, tus camaradas, las cómplices de tus mejores virtudes en femenino y plural, y que algunos hombres malos escombraron sobre tu cuerpo, enterrándolo en el fondo de ese contenedor de hierro y óxido, frío y poligonero. Algunos hombres malos expropiaron tus palabras y se las guardaron para quedárselas y luego exhibirlas en sus tertulias de bar, sapiens y oropel, como triunfos propios de cacería bravucona y valiente. Te dejaron muda y silente mientras tú observabas desde esa distancia que sigue sin hacerse olvido por el sólo paso de los días o los kilómetros.

Al menos te quedan los ojos, los oídos, la nariz y las manos, que son tuyas por derecho propio y sueño de tus padres. Tu boca es la que sigue dormida, como la de Lara(**), y todavía no eres capaz de recuperar las palabras que algunos hombres malos te robaron en los rincones más profundos del río que es tu propia vida. Pero Lara, mírate ahora, escúchate, hoy me estás hablando. Estás viva y tu sangre fluye para reconstruir un bello edificio de muros vocales y ladrillos consonantes; iluminado por hermosas ventanas hechas palabras, otra vez tuyas.

 

(*) Las mujeres "malas" también existen. No estás sólo, seas hombre o mujer. Este relato está dedicado a todas las personas que se han visto obligadas a callar ante un abuso , cualquiera que sea su sexo.

(**) La mitología romana nos cuenta que Lara era la ninfa del agua a la que un Júpiter, enojado por no guardar el secreto de su pasión por ella, le arrancó la lengua “ya que no ha sido capaz de hacer un buen uso de ella”, para que nunca más volviese a hablar. Desde ese momento pasó a llamarse Tácita.

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