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La verdad sobre los ángeles


Él es un ángel y no se ha dado cuenta. Os preguntaréis cómo lo he descubierto. Si lleva alas, si vuela, si tiene un halo sobre la cabeza, si luce rizos dorados, si brilla en la oscuridad….en fin, las típicas cosas en un ángel. Y no. Nada de eso. Lleva jerseys y pantalones, una carterita con sus libros y un gesto atolondrado. A veces monta en bici o en bus, bromea o maldice; otras se acelera en la conversación o en la vida. Pero de nubecitas, serafines y querubines a su alrededor, nada de nada. Y cómo puedo afirmar que es un ángel, me preguntaréis. Muy sencillo: lo sé porque yo también lo soy. Lo que ocurre es que él no se ha dado cuenta. De eso ni de nada. De si le he observado en sus gestos imprevistos, en sus detalles despreocupados, en sus reacciones espontáneas que simulan hacerle hombre. Él nunca se percata de las cosas. Las hace, las regala y sonríe por dentro con la satisfacción de hacerlas porque sí, pensando que nadie es capaz de contemplarle a través de su piel, de transparentarle. Y en el fondo, todo eso no importa. Porque lo único de veras importante, es que él es un ángel. Aunque él no lo sepa y sin embargo, yo sí.

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