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TIZA

Llevaba días abandonándome. A mí y al apartamento. Y parecía que lo iba consiguiendo. Mal desayunando, mal comiendo y mal cenando en el sofá. Realmente me estorbaba la mitad de la casa. Tanto era así que había delimitado con tiza los imprescindibles lugares de paso y estancia: pasillo, cocina, aseo, y sala de estar. Los trazos eran similares a los que se debían hacer sobre la silueta de un cadáver en el lugar del crimen. Comprobé que me sobraban metros cuadrados: los del dormitorio, el vestidor y el cuarto de baño principal, con el inmenso jacuzzi donde habíamos pasado tan buenos ratos. Prefería no pisarlos. Me recordaban a su perfume y no me apetecía olerla. Así que pinté señales de prohibido el paso y una calavera en aquellas zonas dañinas por puro instinto de supervivencia.

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