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Odio: historia de tres desconocidos.

“Devolver odio por odio multiplica el odio y contribuye a que la oscuridad de una noche que ya no tiene estrellas, sea más intensa todavía… El odio multiplica el odio, la violencia multiplica la brutalidad, en una espiral descendente de destrucción… La reacción en cadena del mal debe romperse o nos sumergiremos en los oscuros abismos de la aniquilación”

Los viajeros de la libertad, 1958

 

Intro

Fiodor Morózov, es el embajador ruso en Turquía. Ha acudido a inaugurar una exposición fotográfica en el centro de la capital turca, Ankara.

Yilmaz Murat, es un policía turco de 22 años. Integrante de las fuerzas de seguridad, hoy tiene la misión de proteger al embajador durante la apertura de dicha muestra artística.

Onur Sahin, no es más que un reportero gráfico de la agencia Associated Press. Entre sus planes no figura acudir a esa exposición de fotografías, mas se decide a hacerlo por el clásico “ya que”, que es un argumento universal que tienen los redactores jefes en cualquier país del mundo: “.. te pilla de camino a casa desde la oficina en Ankara”.

Nudo

Fiodor Morózov, preside como autoridad la visita a la galería. Comienza su discurso ante los medios de comunicación locales y nacionales, contando con el apoyo de un traductor. Frente a él, varios periodistas de radio, prensa y televisión, armados con cámaras, videocámaras, cuadernos y grabadoras. Morózov es un hombre grueso, de pelo cano fino y gafas de culo de botella con cristales algo amarillentos; lentes de esas que hacen que el ojo se vea muy pero que muy pequeño y delatan a un gran lector de novelas de Dostoievski. Como buen bronquítico crónico, lleva chaleco de lana debajo de la chaqueta que le da un aire de profesor universitario de los de los años 70.

Yilmaz Murat, tiene aspecto de estudiante “bien” sesentero, al estilo “The Beatles”. Lleva un traje de color negro, camisa blanca y corbata negra fina. También recuerda algo a los tipos que aparecen en “Reservoir Dogs”. Como buen guardaespaldas, se sitúa detrás del Sr. Morózov. Primero lo hace a su izquierda con la clásica postura de segurata: piernas algo arqueadas, espalda erguida, brazos flexionados y manos encontradas con dedos entrelazados, salvo los pulgares; porque las yemas de los pulgares parece que se están besando. Durante toda la escena barre con mirada de 180 grados. Parece un buen profesional pese a su corta edad, pero es un joven algo nervioso y aunque intenta mantener la posición fija de segurata-barredor de campo visual, no lo consigue. Mueve la pierna derecha hacia atrás y hacia delante, separa las manos, da cuatro pasos dirigiendo su mirada, esta vez, hacia abajo. Se para, vuelve a barrer silenciosamente con la vista y de nuevo, da otros cinco pasos simulando que contempla las obras colgadas en las paredes. De vez en cuando entorna los ojos.

Onur Sahin, entra en la sala cuando ya había empezado el discurso y se acerca al embajador para retratarlo en primer plano. Sahin quiere pensar que las fotos, tendrán alguna utilidad para las noticias de su agencia relacionadas con Turquía y Rusia; sobre todo considerando la latencia periodística de Siria y, en concreto, de Alepo. Así que dispara compulsivamente su Nikon.

Desenlace

Fiodor Morózov, se muestra tranquilo y pausado al hablar delante del micrófono. No lleva ningún papel que le apoye en su discurso ni que repose sobre el improvisado atril. Está de pie, con las manos cogidas hacia atrás. Desde hace años, sabe que esa postura es la única que hace que mantenga el equilibrio sin cansarse. Siendo el propietario de un rechoncho y gran cuerpo como el suyo, ese conocimiento no es ninguna tontería. Guarda cierta distancia con los presentes, la que suponemos requiere su cargo. No obstante, parece una persona natural y cercana, con un lenguaje llano y directo. Emplea durante su charla un tono cariñoso hacia su tierra natal porque hay que decir que la exposición es sobre fotografías de Rusia. Además, tiene el empático gesto de realizar pausas que permiten a su traductor acomodar la lengua turca al ritmo del discurso en ruso que está realizando.

Yilmaz Murat, como dije, ya ha cambiado de posición. Se ha desplazado paralelamente y en segundo plano al de su protegido, el embajador. Se ha situado en la esquina derecha de la galería, a espaldas de Morózov. Y es que Murat, es diestro. A ratos, se toquetea la nariz, suelta los brazos, se masajea las falanges de los dedos, estira las solapas y mete la mano en el bolsillo interior de la americana, comprobando, una vez más, y asegurándose de que el arma está donde tiene que estar; de que la tiene a mano. A mano izquierda de su mano derecha. Ahora me doy cuenta: antes estaba rezando y, a la vez, buscando el mejor emplazamiento; ahora, sin embargo, debe haber terminado su oración y está repasando mentalmente los movimientos. Son cuatro: desplazar la mano derecha hacia la cara interna de su chaqueta, coger la pistola automática, engatillándola, sacarla y, por último, disparar. Hasta 9 veces tirotea por la espalda al embajador. Así lo hace. Le pega 9 tiros, aunque la autopsia demostraría posteriormente que, con los dos primeros, habría sido suficiente.

Onur Sahin, presencia toda la escena y ante ese panorama, no puede hacer otra cosa que apuntar al terrorista, centrar el objetivo y disparar; se mantiene así, de pie, delante del asesino y no se le ocurre otra cosa que seguir disparando su Nikon, parapetado tras la pared de la sala. Todo transcurre en pocos segundos. Ni siquiera piensa que aquello es real… le parece un montaje pero que muy bien hecho. El pistolero comete el asesinato en directo de una manera despiadadamente profesional. No hay sangre alrededor del cadáver del embajador. No hay más heridos. El tirador está agitado y jalea frases para justificar su crimen mientras camina alrededor del difunto y rompe algunas fotos colgadas de la pared. Sahin es, ante todo, un fotógrafo y dado el “ya que te pilla de camino a casa desde la oficina” de su jefe, le predestina a dar fe de aquello. Su profesión, en ese momento, la más valiente del mundo, la más admirada. Su trabajo, en ese momento, el más delicado del mundo. La instantánea, ¿la más valorada del año?… y todo sin proponérselo.

EPÍLOGO

Un terrorista acaba de disparar a un hombre: un diplomático. El terrorista levanta la pistola, apunta hacia la multitud y grita que su dios es más grande que ninguno. Un terrorista es abatido a tiros por sus compañeros policías. Un fotógrafo captura esos momentos. ¿Qué más dan sus nombres? La mañana del 19 de diciembre de 2016, sus vidas cambiaron: la muerte les cambió la vida. 3 a 1. Dos murieron y 1 sobrevivió para dar testimonio accidental de dos asesinatos sin sentido. Dos entre millones de asesinatos, sin sentido y sin nombre.

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