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De Moratalaz al Blues y de Madrid, al Cielo

No me quiero imaginar dentro de quince años ese Parque de la Cuña Verde… o sí: plagado de los que hoy son niños y mañana, serán jóvenes, entendidos, amantes y poseídos por la música popular de raíz bluesera. Porque Moratalaz, ese barrio de Madrid, está hoy hecho de blues y mañana quizás exista un género que se llame “Moratablues” ¿Imaginas?

 

Una historia real

La mañana del domingo posterior al Festival, durante el desayuno, una niña le pide con naturalidad un piano a su padre: ”pero papá: que sea como el que tocaba el señor grande y negro que estaba sentado en el escenario”. “Nena, no nos cabe un piano en casa”, “bueno pues un violín”…”yo quiero una armónica”, dice su hermano mayor. El padre suelta una risotada mientras unta mantequilla en las galletas maría y piensa “cuánto costará un teclado y un armónica de segunda mano;.. puedo llamar al Jaco a ver si él sabe;.. quizás con la extra de Navidad, los Reyes se puedan portar…”

A la niña se le ha quedado grabada la imagen de Jerron Blind Boy Paxton interpretando al piano “Michigan Water Blues”, mientras se mecía sobre los hombros de su padre al compás de la canción. Esa niña lo sospechaba: este negro gigantón ha destapado el frasco de las esencias de la música popular americana en un escenario de Festival de Barrio como este. Y eso, ya no tiene remedio.


Un festival popular

El II Festival Internacional de Blues de Moratalaz organizado por la Moratalaz Blues Factory gracias a (*) los presupuestos participativos tuvo lugar el pasado viernes 27 y 28 de Septiembre a las 20 h en el Parque de la Cuña Verde, un parque abierto con mirador al skyline de Madrid, auditorio con gradería de piedra rodeado de macizos de lavanda. Este año no hubo luna, pero la noche tenía una temperatura perfecta. Estos de la MBF se encargaron hasta del tiempo.


Primera Jornada: viernes 27. Empieza la fiesta

Chavales correteando, bicicletas aparcadas, perros con sus amos, pandillas de amigos que se reencuentran; las primeras horas y conciertos con más público de mayores, según avanzaba la noche, más jóvenes se iban sumando. Niños intentando estirar el verano pasadas las once de la noche que juegan al escondite entre arbustos, desoyendo el “ vamos que hay que irse; y tu hermana, ¿dónde está?”;

Mujeres que se sienten orgullosas de serlo cuando escuchan a la extraordinaria Giselle Jackson, pura sangre soul y blues. Cómo no homenajear a su admirada Aretha en unos cuántos temas, y luego cantar “I´m a woooman, ohh yeahhh”, metiéndose en el bolsillo al personal con su interpretación del clásico “Mannish Boy" de Muddy Waters. Con su turbante, con su manera elegante de caminar sobre escenario (eso es caminar y lo demás, joder el suelo), de gesticular, con sus kilos, con su negrura y con su carácter indomable. La estrella bajó del cielo, para traer si cabe más luz a Moratalaz e invitó a subir a tres voluntarios (una niña entusiasmada entre ellos) con los que cariñosamente ensayó un baile sobre el escenario para el disfrute de todos los que contemplábamos la actuación. Memorable.

Tras la estrella Giselle, los Bluesman empezaron a relamerse y tuvieron su buena ración de Blues eléctrico de la mano de Amadeu Casas Quartet, renombrado pionero y arquitecto del blues catalán por mérito propio con una elegancia exquisita sobre las cuerdas que es difícil de encontrar en los escenarios madrileños. Maestría, saber aguantar las notas y un teclado fantástico.

Llega el momento de parejas que bailan desenfrenadas, se rodean y abrazan al final, felices y agotados. Novios o ligues que “se dan el palo” sobre la pendiente más oscura de la colina del auditorio y los más marchosos suben y bajan contoneando las caderas, “alante y atrás” como decían los Burning. Es el momento del Rock & Roll más bluesero, el de Shawn Pittman, guerrero nacido en Oklahoma pero tejano de adopción y su banda Ozdemirs, con un enorme bajista que tocaba más en modo contrabajista jazzero y daba un contrapunto muy interesante a los temas. Nos encantó esa mezcla arriesgada y peculiar.


Segunda Jornada: sábado 28. Que siga la fiesta.

Arranca la tarde-noche, sabiendo que hay derby madrileño.. pero a estos de la Moratalaz Blues Factory, no hay nada que les tire para atrás y menos el futbol. Y se programa empezar con una pedazo banda de Santiago de Compostela de 9 integrantes. Más lleno que el día anterior, irrumpen los Bakin Blues Band con muy buen sonido y todavía mejor buen rollo. Es el momento en que las pandillas de amigos que llevan sin verse desde el verano o las vacaciones se juntan, beben, comen y bailan, comentan, se ríen con la banda sonora que regalan los Bakin. No pudo ser mejor elección programarlos. Guitarras, bajo, teclados, qué acierto colocar la batería en el lateral y esos coros y vientos. Al público le encantó el arranque. Y ahora venía lo complicado….programar después de una banda así, a un tipo en solitario…genuino, con sonido de los años 20 y 30 del Delta, del sur, que toca instrumentos rudimentarios, sencillos, simples…y nunca ha pisado España. Programarlo en un Festival en un Barrio, llamado Moratalaz, donde lo mismo se junta la señora del 5ºA con el joven estudiante de Diseño, con el currante del taller de marroquina…

Pues sí. Hay algo que se llama MAGIA. Eso es lo que nos trajo Jarron Blind Boy Paxton. Jarron, es un portentoso treintañero negro y grande criado en California, nieto de trabajadores de plantación de Luisiana ( así se entiende su genuino estilo ragtime, ese blues rural y música cajún), con más pinta de granjero bonachón del sur que del actual ciudadano de Nueva York que es.

Desplegó en semicírculo sobre escenario, alrededor de la silla de enea donde se situaba, parte del arsenal musical que domina: la guitarra, el fiddle ( violín que toca desde los 12 años), el banjo (que aprendió a los 14); el piano en teclados, la armónica y unos “bones” ( algo similar a las tejoletas, que provienen de Irlanda y se hacían de huesos largos de ganado), en ocasiones con voz y otras haciendo que los instrumentos cantaran. Su lista de instrumentos no queda ahí: acordeón cajún, ukelele… Esa multiinstrumentalidad, esa sensibilidad en interpretación y ese nivel de genialidad es algo que pocas veces se ve y menos veces se vive.

Nos trajo la magia a Moratalaz, nos trajo un sueño y nos lo dejó. Nos trajo una época que no hemos vivido. Nos trajo todo un país de raíces profundas, de razas mezcladas, de alegrías, de penas, de guerras, de prosperidad, que algunos no conocen. Nos trajo mucha Irlanda en su forma de tocar el fiddle. Mucho tren en la de tocar la armónica. Mucho glamour y botines en su forma de cantar ragtime y tocar el teclado. Y mucho blues del campo de Luisiana en su forma de cantar al trepitar de los “bones”. Y todo eso nos lo regaló este chico llamado Blind Boy Paxton. Mayores, jóvenes, hombres, mujeres, niños, todos escuchando a ese portento que nos estaba haciendo uno de los regalos de nuestra vida a los que allí estuvimos.(y que se quedó en la memoria de esa niña que quiere un violín). Y Moratalaz se hizo sueño, porque dejó de ser real para llevarnos a cada asistente a pensar “¿esto está pasando realmente?”…Retengo en la memoria la mirada de niño de Jorge Flaco Barral, boquiabierto y embelesado contemplando a Jarron Paxton y exclamando “esto es fantástico”.

Estaba muy muy complicado mantener ese listón celestial de Blind Boy Paxton y las bocas abiertas del personal. Aunque le tocaba turno a Saron Crenshaw, nada menos que un master del Blues Hall of Fame de Nueva York y el personal tenía ganas de más. Otro acierto. Un heredero de B.B. King de este nivel no defrauda. Y así fue. Su Rhythm and Blues es tan elegante, su voz soul tan profunda y emocional, tiene tal nivel y maestría tocando la Gibson, que puede y hace lo que quiere y lleva al público donde quiere.

Personajes que se confiesan adictos al merchandising y quieren todos sus discos. Tipos con alguna copa que jalean al artista viniéndose arriba y se agarran a las vallas para no perder equilibrio. Señoras de blusa, señores con purito en boca y chavales con gorra que le miran atónitos al bajarse al ruedo mientras interpreta “ The thrill is gonne” para tocar su Gibson Lucille entre el público. Se tira unos cuántos minutos abajo, mientras su banda le sigue impasible en la distancia y se ve una gorra blanca (la de Saron) rodeada de público respetuoso que le escucha y luego le aclama por el gesto y la gesta (se excedió del tiempo de concierto y regaló muchos temas, además de firmar sus CD´s en el stand a los asistentes). Brillantísimo Saron Crenshaw. Otro lujazo.

Y hasta aquí podemos escribir. Nos hemos quedado sin palabras…porque estamos afónicos después de haber sobrevivido al II Festival Internacional de Blues de Moratalaz. No podemos terminar sin recordarlo: aunque lo haya parecido, esto no fue un sueño. Fue un regalo para un barrio de Madrid: el de Moratalaz. Y el Blues ha llegado a Moratalaz para quedarse. Por eso, hoy más que nunca hay que decirlo: de Moratalaz al Blues y de Madrid, al Cielo.



(*) Queremos dar las gracias especialmente a Pepe Ferrández, Director de SoundDealers por hacer posible que la Moratalaz Blues Factory contara con esta programación de lujo. Gracias, Pepe.

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